Se juntaban algunos matrimonios a jugar a la baraja, o simplemente a pasar el rato recordando la juventud pasada, después de venir del trabajo del campo o de haber ordeñado las vacas, algunos incluso tabajaban en la fábrica. Sobre todo cuando caían esas nevadas tan grandes según nos cuentan nuestros mayores.
Una tarde de estas, se juntaron varios matrimonios en casa de uno de ellos y después de echar unas partidas a las cartas hablan de cenar un poco, y los caballeros proponen hacer ellos una tortilla de patatas, más por hacer gracia que por otra cosa. Nunca faltaban huevos y patatas y algo de la matanza aunque no hubiera más.
Los cocineros que no tenían mucha práctica en la cocina, hacen la tortilla sin freír las patatas, así que la tortilla no la comían ni los perros. La dueña de la casa, que no tenía otra cosa que ofrecer, se acordó de la matanza que estaba curando un vecino (que estaba entre los invitados) No se le ocurrió otra cosa que coger una escalera y con una cachaba la metía por le ventanuco, agarró unos cuantos chorizos, unas morzillas y se los puso para cenar.
Cuando estaba comiendo tan suculento manjar le dice uno de los vecinos a su mujer:
- Ay María, que estamos cenando los chorizos nuestros.
- Que cosas se te ocurren José, si he cerrado la puerta muy bien cerrada. Y le enseña la llave que tenía atada al delantal, porque era de esas que pesaban medio kilo.
Los chorizos , las sopas de ajo, que ponían las mujeres de la casa en la ventana para que se enfriaran primero o la leche... Algunos se quedaban sin cenar y otros cenaban dos veces, la cena suya y la del vecino.
Gracias, por el comentario,
ResponderEliminarEl vuestro también, es muy bonito, animo amigas que vean que la mujer rural no se queda atras