jueves, 18 de febrero de 2010

¡Qué tiempos aquellos!


Tanto es así que cuando no había más que senderos o caminos para ir con los burros y con carros de vacas desde Bolmir hasta Reinosa, tenían que cruzar el río, en el verano que estaba casi seco, ni tan mal, pero cuando la lluvia y la nieve hacían crecer el caudal de agua, la cosa era diferente.
El año que estableció en Reinosa la NAVAL (hoy SIDENOR), hicieron un puente de madera para que pasaran los obreros que iban a trabajar andando, claro, como mucho en bicicleta, si es que había algún privilegiado que disponía de ella. Los carros y los burros tenían que seguir atravesando el río, pero un vecino de éste pueblo que se desplazaba todos los días a Reinosa con la burra, las alforjas y las marmitas a vender la leche por las casas, se negaba a pasar el río habiendo puente, y cuentan que los guardas solían hacer la vista gorda hasta que un día vino uno nuevo y le dijo que el puente no resistia mucho peso, que era sólo para personas. La solución que le dio era que dejara atada la burra al puente y llevara él las marmitas, a la vuelta cogía la burra, le ponía de nuevo las marmitas y para casa, pero claro, el lechero se negaba a tener que cargar con las marmitas llenas teniendo la burra.
Después de mucho tira y afloja y harto ya de tanta discusión le dice al guarda:
Mire usted señor guarda, la burra ha de pasar y pasa, pero no se preocupe que el puente no le pisa. La quita las marmitas y las alforjas, se echa la burra a los hombros y así pasa el puente, vuelve a por las marmitas y las alforjas, se las coloca y se marcha tan feliz a realizar el reparto de la leche.
No sabemos cómo se quedó el guarda, o si después se esto volvió a aparecer por el puente.

miércoles, 17 de febrero de 2010

.... DE CÓMO SE DIVERTÍA LA JUVENTUD DE BOLMIR ALLÁ POR LOS AÑOS 30 DEL SIGLO PASADO Y OTRAS ANÉCDOTAS.

Una de las costumbres de estos pueblos, era que cuando una moza se iba a casar, el novio tenía que pagar "LOS DERECHOS" o "LA CANTARA DE VINO" a los mozos del pueblo de la novia.
El día de la boda, acompañaban a los novios en la ceremonia, y después de la poca comida, había juerga a raudales.
En aquellos años en que el mejor hotel y el único para pasar la noche de bodas era la casa de la novia, las bromas se sucedían porque siempre había alguna amiga que se sabía cual era la habitación que iban a ocupar, y claro, no faltaban los voluntarios para adornar el somier con campanos y otras lindezas semejantes.
En cierta ocasión en que el novio se negó a pagar "LOS DERECHOS", los mozos les dijeron una cencerrada que duró 40 días.
Se juntaron los mozos y las mozas, una pareja se vistió de novios, otra hacía de padrinos y el padrino para diferenciarse del novio, se ató a la bragueta del pantalón un campano, otro de los mozos se metió a la sacristía y le cogió una sotana al cura y en un coche de caballos que habían alquilado a "Pano" el de Reinosa, se presentaron en casa de los recién casados.
Todas las noches lo celebraban, por las mañanas se iban a trabajar, en las tierras con el ganado.... pero en cuanto acababan las tareas del campo, vuelta a la juerga, cada día había mas concurrencia.
A los ocho días se celebró un bautizo, vistieron a un perro con las galas adecuadas para la ocasión, "el cura" volvió a ponerse la sotana y con los padrinos más espléndidos que se conocieron en aquellos tiempos (pues los niños del lugar no recuerdan haber comido en ningún otro bautizo tantos caramelos) se dispusieron a continuar la fiesta.
La familia de la novia se enfadó mucho, tiraba tiros por la chimenea de la casa para asustarles, incluso llamaron a la Guardia Civil, pero ni con eso lograron estropearles la fiesta, al contrario, todabía los mozos eran capaces de encontrar cosas nuevas para divertirse.
Había unas huertas con árboles y no se les ocurrió otra idea que poner un saco lleno de hierva en cada árbol con un campano, cuando venían los guardias, tocaban un campano, los civiles se acercaban al árbol pensando que allí estaban los mozos, pero que va, ya estaban en otro árbol tocando otro campano.
No se sabe si los mozos acabaron la cencerrada por la Guardia Civil o por el cansancio de tanta noche de fiesta.

.... DE CÓMO SE PASABAN LAS LARGAS NOCHES DE INVIERNO AL CALOR DE LA LUMBRE.

... Y a la luz de los candiles de carburo o de aceite, con aquellas mechas de hilo de repasar retorcido.
Se juntaban algunos matrimonios a jugar a la baraja, o simplemente a pasar el rato recordando la juventud pasada, después de venir del trabajo del campo o de haber ordeñado las vacas, algunos incluso tabajaban en la fábrica. Sobre todo cuando caían esas nevadas tan grandes según nos cuentan nuestros mayores.
Una tarde de estas, se juntaron varios matrimonios en casa de uno de ellos y después de echar unas partidas a las cartas hablan de cenar un poco, y los caballeros proponen hacer ellos una tortilla de patatas, más por hacer gracia que por otra cosa. Nunca faltaban huevos y patatas y algo de la matanza aunque no hubiera más.
Los cocineros que no tenían mucha práctica en la cocina, hacen la tortilla sin freír las patatas, así que la tortilla no la comían ni los perros. La dueña de la casa, que no tenía otra cosa que ofrecer, se acordó de la matanza que estaba curando un vecino (que estaba entre los invitados) No se le ocurrió otra cosa que coger una escalera y con una cachaba la metía por le ventanuco, agarró unos cuantos chorizos, unas morzillas y se los puso para cenar.
Cuando estaba comiendo tan suculento manjar le dice uno de los vecinos a su mujer:
  • Ay María, que estamos cenando los chorizos nuestros.
  • Que cosas se te ocurren José, si he cerrado la puerta muy bien cerrada. Y le enseña la llave que tenía atada al delantal, porque era de esas que pesaban medio kilo.

Los chorizos , las sopas de ajo, que ponían las mujeres de la casa en la ventana para que se enfriaran primero o la leche... Algunos se quedaban sin cenar y otros cenaban dos veces, la cena suya y la del vecino.

miércoles, 4 de noviembre de 2009



Muy próxima a la iglesia de Cervatos, también en el Valle de Campoo, en la zona de Campoo de Enmedio, se encuentra otra de las iglesias, cuya riqueza iconográfica nos atañe, pues tanto ésta como su talla, están muy relacionadas con el mundo artístico de Cervatos. Se trata de la iglesia de San Cipriano de Bolmir, y de ella no tenemos fecha de consagración, pero por lo anteriormente expuesto, no cabe duda que nos encontramos ante una iglesia cuya cronología no traspasa la frontera de esa mitad de la duodécima centuria.
Sobre la importancia del lugar en aquel tiempo poco es lo que nos ha llegado a través de las fuentes históricas. A pesar de su proximidad no aparece como propiedad del monasterio de Cervatos, y las primeras noticias del lugar nos llegan por un documento por el que sabemos que a mediados del S. XI, un infanzón, Nuño Alvarez, y su mujer, María Teresa, tienen cierto señorío en esta comarca.

Por lo que respecta a sus relaciones e influencias, y como tendremos oportunidad de comprobar, tanto iconográfica como artísticamente está muy relacionada con el mundo artístico de Cervatos. Así pues, aunque no tenemos fecha de consagración, por sus relaciones iconográficas y estilísticas creemos que la cronología de esta iglesia es preciso llevarla a la primera mitad del S. XII.


El pequeño tejaroz de la portada de San Cipriano de Bolmir, alberga en total ocho canecillos.


Can. Tej. P.S. I: Cruz en hueco relieve, posible reposición.
Can. Tej. P.S. II: Liso sin decoración, posible reposición.
Can. Tej. P.S. III: Animalístico, cabeza de bóvido.
Can. Tej. P.S. IV: Rostro humano con barrilito.
Can. Tej. P.S. V: Juglar.
Can. Tej. P.S. VI: Saltimbanqui.
Can. Tej. P.S. VII: Juglar disfrazado.
Can. Tej. P.S. VIII: Personaje sedente tocando el cuerno.




Plásticamente todo el alero del edificio, tanto de la fachada sur como norte, ábside y tejaroz de la portada, está soportado por una serie de canecillos cuya iconografía nos acerca al mundo de Cervatos. En el interior, la iglesia de San Cipriano de Bolmir, y aún a pesar de sus numerosos añadidos, conserva el arco toral con interesantes capiteles, cuyos motivos iconográficos la siguen emparentando con esas iglesias de la primera mitad del S.XII.


El Can. Tej. P. S. III, si bien a primera vista nos parece una cabeza de Bóvido, no obstante, si nos fijamos más atentamente podríamos apreciar quizás una cabeza humana tocada con la cornamenta de dicho animal, aunque el estado de conservación del canecillo, muy deteriorado por la erosión, nos dificulta mucho la apreciación.
El Can. Tej. P. S. IV se encuentra también muy erosionado, tanto es así que apenas se notan los rasgos más elementales, pero, a pesar de todo, todavía podemos apreciar un rostro humano cabeza abajo, que parece beber de un barrilito.







En el Can. Tej. P. S. V vemos a un juglar músico tocando el arpa, también bastante desgastado por la erosión, no obstante, todavía podemos percibir toda una serie de rasgos. Su posición es sedente y apoya el instrumento en el hombro izquierdo. Con la cabeza un poco ladeada parece concentrar toda su atención en el sonido que sale de las notas. De abundante cabellera y larga barba, muestra la boca un poco entreabierta y los párpados entornados, pero los rasgo más exagerados están en esas grandes manos con que tañe las cuerdas de su instrumento. No podemos afirmar si va vestido, pero su cuerpo, por el volumen de las formas, parece que iría cubierto, pues todavía se observan restos de lo que pudo ser una amplia túnica.



Sigue a éste, en el canecillo contiguo, Can. Tej. P. S. VI, un saltimbanqui con las piernas arriba, y flexionadas, que se sujeta sobre sus manos, muy similar a todos los que se muestran en la misma postura. La misma iconografía, pero con alguna variante, se repite en el Can. Tej. Port. S. VII, en el que nos volvemos a encontrar con uno de éstos personajes que hacen equilibrios sobre sus manos, pero ahora muestra una particularidad, puesto que en lugar de ir vestido, como todos, con esa especie de calzones y cinturón de hebilla redonda, éste parece ir con un disfraz animalístico que cubre todo su cuerpo. Así vemos que lo que a primera vista es un saltimbanqui, piernas arriba que se sostiene sobre las manos, si nos fijamos más detenidamente, observamos que este es portador de unas grandes orejas que se podrían identificar con las de una liebre o conejo, al mismo tiempo que tiene un pequeño rabo muy similar al que llevan los típicos disfraces de este animal. Después de esto no nos cabe la menor duda que de lo que se trata es de un saltimbanqui disfrazado de dicho animal, pues su rostro es completamente humano. Creemos que después de los otros ejemplos ya vistos en Cervatos, una clasificación bastante aproximada sería la de saltimbanqui disfrazado.







El Can. Tej. P. S. VIII se encuentra muy erosionado, lo que nos impide una lectura fidedigna. Parece una figura humana sedente y varonil que cruza una pierna sobre otra, prácticamente en ángulo recto, sujetándose el pie derecho con la mano izquierda. En la derecha tiene un cuerno que se lleva a la boca en actitud de tocarlo. Poco más se puede decir de él, pues el estado de deterioro en que se encuentra impide cualquier otra apreciación.




EL MURO SUR
El alero del muro sur se encuentra igualmente recorrido por una serie de dieciocho canecillos.



Can. S. I : Juglar de boca.
Can. S. II : Liso sin decoración.
Can. S. III : Liso sin decoración.
Can. S. IV : Bóvido.
Can. S. V : Juglar músico.
Can. S. VI : Oso agarrado a un columpio.
Can. S. VII : Personaje sedente muestra una forma incierta entre las piernas.








Can. S. VIII : Posible músico juglar.
Can. S. IX : Posible juglar disfrazado de cerdito.
Can. S. X : Molduras curvas.
Can. S. XI : Juglar disfrazado de osito.
Can. S. XII : Saltimbanqui.






Can. S. XIII : Monstruo andrófago.
Can. S. XIV : Destrozado.
Can. S. XV : Cabeza y torso de un bóvido.
Can. S. XVI : Fruto con hoja.
Can. S. XVII : Liso sin decoración.
Can. S. XVIII: Dos rollos.



En este mismo muro sur, debajo de los canecillos XV-XVI, existe una metopa en la que podemos ver a dos animales copulando o en posición de acoplamiento.





En el Can. S. I, aunque se encuentra muy desgastado, todavía se puede apreciar una figura de pie vestida con un libro en las manos del que parece leer o recitar. Podría estar emparentado en su iconografía con aquellos personajes de los canecillos del muro sur de San Pedro de Cervatos que llevaban en las manos un libro o tablillas.





El Can. S. V vuelve a mostrarnos a un juglar tocando el arpa. En sus proporciones es más estilizado que el Can. Tej. P. S. V de la misma iglesia, pero sus características iconográficas son las mismas, aquí los rasgos del rostro han desaparecido completamente aunque manifiesta la misma actitud.



Creemos que emparentado con la temática juglaresca se encuentra también el Can. S. VI, pues se trata de un oso agarrado a un columpio. Su estado es de avanzado deterioro, pero todavía podemos identificarlo tanto por los restos de su cabeza como por las formas de sus miembros. Al contrario de lo que sucedía con otros canecillos en que el cuerpo de la figura representada podía corresponder perfectamente a un ser humano, aquí nos inclinamos más a que el cuerpo representado sea efectivamente el de dicho animal, y no sería de extrañar, puesto que estos grupos de saltimbanquis que iban de pueblo en pueblo, solían llevar en su espectáculo pequeños monos que divertían a la gente con sus malabarismos en el columpio.





De muy difícil identificación, a primera vista, es el Can. S. VII. Se trata de un hombre sentado que muestra algo entre las piernas coronado por una pequeña cabecita y presentando en la parte inferior una forma esférica. Aunque de difícil identificación y descripción debido a lo deteriorado que está, lo que muestra entre las piernas más podía identificarse con una forma larvada cuyo cuerpo aparece coronado por esa cabecita de mujer sobre la que ese ser monstruoso apoya su boca abiertas y dentada. Ante esto, bien pudiera tratarse de uno de esos personajes disfrazados de forma monstruosa, que a su vez desempeñaría el papel de monstruo andrófago. Sería una composición un tanto atípica, por lo que respecta a ese cuerpo larvado que se encuentra entre las piernas de ese personaje sentado, pero nada extraña en este estilo, cuando se quiere destacar unos rasgos precisos con sus posibles connotaciones.
Poco se puede decir más de esta representación extraña, puesto que incluso los rasgos del rostro del personaje sedente están completamente borrados, pero por lo restos que nos quedan, no parecen demasiado naturalistas, más bien parece un rostro deforme, no obstante el resto de los miembros son humanos. Por lo ya expuesto anteriormente, creemos que bien pudiera ser uno de esos enmascarados, que a su vez hacen la función de monstruo andrófago.





Siguiendo a éste tenemos el Can. S. VIII, pero se encuentra demasiado deteriorado para poder precisar con exactitud de que se trata. Pudiera ser un arpista.


Esa iconografía de posibles hombres disfrazados de animales vuelve a aparecernos en el Can. S. IX, en donde observamos una figura animalística, se ve claramente que es un cerdito, pero por la postura que tiene y la actividad que realiza difícilmente puede tratarse de este animal. Conocemos e incluso todavía hemos visto en las ferias de algunos pueblos, perros haciendo malabarismos y piruetas sobre sus patas, pequeños monitos columpiándose y haciendo cabriolas, e incluso osos que responden a las señas de sus amos, pero nunca este tipo de animal. A la vista del Can. Tej. P. S. VII, en el que aparecía un saltimbanqui disfrazado de liebre o conejo, podría éste ser de nuevo otro de estos personajes disfrazados, en este caso de cerdito, y haciendo equilibrismos sobre sus patas delanteras, mientras que las traseras las mantiene levantadas y flexionadas.






En la misma línea que el anterior se encuentra el Can. S. XI, en el que de nuevo volvemos a encontrarnos con la figura de un osito agarrado a un columpio, pero que más parece un disfraz que el cuerpo real de dicho animal, aunque tampoco podemos precisarlo con exactitud, pues toda la talla tiende a los amplios volúmenes.






Siguiendo esta temática en donde contorsionistas, pequeños animales haciendo cabriolas, y hombres disfrazados de tal, se mezclan en el conjunto, vemos aparecer en el Can. S. XII a un saltimbanqui sostenido de nuevo sobre sus manos, y piernas flexionadas en alto. Aunque es difícil su descripción detallada, debido al desgaste de la piedra, debía de ir vestido con esa especie de calzones, puesto que todavía muestra la hebilla redonda de su cinturón.








El Can. S. XIII es de nuevo de difícil identificación, aunque pudiera tratarse de un monstruo andrófago.





Ya hemos mencionado como en este mismo muro sur se encuentra empotrada una metopa en donde vemos un alto relieve con dos animales copulando o en posición de acoplamiento. Su iconografía es muy similar a la encontrada en la Met. Tej. P. S. X de San Pedro de Cervatos, no obstante, en Cervatos veíamos dos cabezas humanas al fondo, mientras que aquí no aparecen. Es de reseñar que la cola del macho termina en una hoja vegetal, al parecer de triple hoja. Beigbeder que estudia el tema del animal cuya cola se abre en su extremo para adquirir distintas formas, la mayoría vegetales, apunta como la hoja en sí simboliza la resurrección, viendo un ejemplo de ello en la cola del lobo andrófago de Rozier, que después de haber atravesado el cuerpo, (aquí lo rodea), termina en una flor de lis, es pues un símbolo de renacimiento.




EL ÁBSIDE
Si bien en la mayoría de canecillos descritos predomina el tema de estas comparsas juglarescas en donde veíamos aparecer músicos, saltimbanquis, acróbatas disfrazados, y pequeños animales formando también parte del espectáculo, ahora, en los canecillos del ábside hará su aparición la ya típica ostentación de ambos sexos, característica del contexto que nos ocupa.
El semicírculo absidal va precedido de dos tramos rectos correspondientes al presbiterio, y alberga actualmente veintiún canecillos visibles.




Comenzando por el presbiterio sur y de izquierda a derecha tenemos:

Can. Abs. I.: Difícil identificación.
Can. Abs. II.: Liso.
Can. Abs. III.: Liso.
Can. Abs. IV.: No podemos precisar de que se trata, ¿posible músico juglar?.
Can. Abs. V.: En las mismas condiciones que el anterior, ¿saltimbanqui?.
Can. Abs. VI.: Cabeza de animal.
Can. Abs. VII.: Ostentación del sexo femenino.
Can. Abs. VIII.: Ostentación del sexo masculino.






Can. Abs. IX : Barrilito con decoración de espirales en sus lados, y cubierto con cuatro estrías que bajan desde lo alto del canecillo.
Can. Abs. X : Dos rollos unidos por cintas como si fuera un rollo de pergamino abierto.
Can. Abs. XI: Oso agarrado a un columpio.
Can. Abs. XII: Posible coito o acoplamiento.
Can. Abs. XIII: Posible saltimbanqui.
Can. Abs. XIV: Saltimbanqui.







Can. Abs. XV: Cabeza de animal.
Can. Abs. XVI: Proa de nave con dos estrías horizontales.
Can. Abs. XVII: Cabeza de animal con la boca abierta y con una especie de bola dentro de ella.






Can. Abs. XVIII: Cabeza de animal, lobo o cabra, del que le sale algo de la boca.
Can. Abs. XIX: En caveto.
Can. Abs. XX: En caveto.
Can. Abs. XXI: Difícil de distinguir por el tejadillo de la capilla del lado norte, parece una cabeza de animal.





Comenzando con su descripción iconográfica, si bien el primero es de difícil identificación y los dos siguientes son lisos sin decoración, encontrándose los tres siguientes en muy mal estado de conservación, no pudiendo por ello precisar de que tratan, ya en el Can. Abs. VII tenemos una figura masculina con las piernas hacia arriba que sujeta con las manos. Presenta un rostro triangular de rasgos marcados, grandes ojos, pómulos salientes, y barbado. Cubre su cabeza con esa especie de casquete que le llega hasta las cejas. De su cuerpo se puede apreciar que iría desnudo, y entre sus piernas, a pesar del desgaste de la piedra, los restos de lo que serían los órganos genitales que parecen claramente femeninos. Por lo que a la postura se refiere, y comparándolo con los de su misma iconografía en Cervatos, Cap. Drcho. Vent. S. I, podríamos estar ante otro andrógino. No obstante, en algunas iglesias francesas como pueden ser las de Saint-Pierre de Champagnolles (S.XII), Catedral de Saint-Pierre de Poitiers (S. XII), Iglesia de Saint-Marcel, de la localidad del mismo nombre (S.XV), en el museo de Limoges, etc., podemos observar la misma iconografía, o muy similar, de la figura masculina que levantando las piernas, o sujetándoselas, ostenta sus órganos genitales, sin embargo, en éstas últimas, los órganos masculinos aparecen muy resaltados.




Sigue a éste, en el Can. Abs. VIII, una clara ostentación del sexo masculino. Hombre sentado con los brazos cruzados sobre el pecho, cuyas manos son de un tamaño excesivo, se lleva la mano izquierda al hombro derecho mientras que con la izquierda se agarra el antebrazo. En cuanto a los rasgos del rostro son muy similares a los del anterior y también parece que lleve su cabeza cubierta. Entre las piernas se deja ver un falo, que aunque , es de un grosor tremendo, por lo que parece, debía de alcanzar tremendas proporciones.
Vemos como de nuevo se da una clara contigüidad en la ostentación de ambos sexos, y por lo que nos inclinamos a pensar que en el canecillo anterior, y pese a que sus rasgos faciales sean marcadamente masculinos, incluso barbado, lo que el maestro escultor quiso representar fue una eminente ostentación del sexo femenino, hecho que nos estaría de nuevo evocando el tema un tanto complicado del "andrógino".



El Can. Abs. XI es animalístico, pero de nuevo se trata de un oso agarrado a un columpio, y muy parecido a los anteriores que vimos en esta misma iglesia.





A continuación, el Can. Abs. XII, y aunque se encuentra muy deteriorado, parece una reproducción de coito o acoplamiento, por lo que todavía podemos percibir, y si lo comparamos con la misma iconografía vista en Cervatos. En la bibliografía consultada lo encontramos también clasificado como posible acoplamiento de figuras.


En el mismo estado de conservación que el anterior se encuentra el Can. Abs. XIII, en el que quizás se pueda apreciar todavía a un saltimbanqui con las piernas al aire, siendo clara esta iconografía en el Can. Abs. XIV que presenta de nuevo otro de estos equilibristas que se sujeta sobre sus manos y piernas en alto; sin embargo, su estado está demasiado deteriorado para poder decir algo más de él.



EL MURO NORTE
San Cipriano de Bolmir es, al igual que Cervatos, una de las pocas iglesia que aún conserva en el alero del muro Norte toda una serie de canecillos primitivos que, aunque se encuentran bastante erosionados por las inclemencias del tiempo, que siempre azotan con mayor rigor esta parte de la iglesia, todavía se hace posible su lectura gracias a permanecer inalterables en cuanto a sus formas, pudiendo apreciarse los amplios volúmenes, aunque no así el detalle.

Son en total dieciséis, y de izquierda a derecha tenemos:



Can. N. I: Sin decoración.
Can. N. II: Sin decoración.
Can. N. III: Sin decoración.
Can. N. IV: Fruto con hoja.








Can. N. V: Sin decoración.
Can. N. VI: Ostentación del sexo femenino.
Can. N. VII: Ostentación del sexo masculino.
Can. N. VIII: Sin decoración.
Can. N. IX: Sin decoración.








Can. N. X: Parece un monstruo andrófago.
Can. N. XI: Sin decoración.
Can. N. XII: Sin decoración.
Can .N. XIII: Andrófago.







Can. N. XIV: Sin decoración.
Can. N. XV: De imposible identificación.
Can. N. XVI: Enmascarado.








Los tres primeros, y como hemos podido observar, se encuentran sin decoración. Sigue a éstos uno de esos característicos frutos esféricos con hoja, tan común dentro del contexto iconográfico que nos ocupa, y de nuevo en el Can. N. VI vemos una clara ostentación del sexo femenino. Muy desgastado por la erosión, sólo se percibe su composición volumétrica en donde percibimos a esa figura con las piernas hacia arriba, cogiéndoselas con las manos. De los rasgos del rostro poco podemos decir, no obstante, los órganos genitales, aunque también bastante erosionados, parecen corresponder al sexo femenino.




Como normalmente estamos ya acostumbrados a ver en el canecillo contiguo, Can. N. VII, tenemos una ostentación del sexo masculino. Figura humana medio sentada que muestra claramente características itifálicas. Con la mano derecha parece introducirse algo en la boca, mientras que la izquierda, oculta por su cuerpo, parece llevársela al trasero. Los rasgos del rostro son apenas perceptibles, no obstante, y por los restos que nos quedan, se podría decir que presentan deformidades, teniendo incluso la cabeza encajada entre los hombros.





Los dos siguientes aparecen de nuevo sin decoración, pero ya el Can. N. X representa un motivo cuya iconografía nos atañe. De difícil descripción por el estado de conservación y las deformidades que presenta. Parece un monstruo andrófago, pero aquí el cuerpo correspondería a un ser humano, pues tanto las extremidades superiores como las inferiores son de tal. El rostro es completamente monstruoso, y se lleva algo a la boca, que podría corresponder también a otro personaje cabeza abajo pero de proporciones más pequeñas, pudiendo identificarlo quizás con una figura humana por los restos de talla que nos queda de su cabeza y del cuerpo, aunque se encuentre completamente erosionado.


De nuevo, después de dos canecillos lisos sin decoración, tenemos la representación de un monstruo andrófago en el Can. N. XIII. Aquí la identificación es clara, pues a pesar del mal estado de conservación del canecillo, podemos apreciar una cabeza monstruosa con una gran boca de la que sale o entra una figura humana de la que todavía podemos apreciar la cabeza el cuerpo y las piernas. Por otro lado parece tratarse también de otro de estos hombres enmascarados, pues si bien no podemos apreciar su cuerpo, si observamos unos brazos con sus respectivas manos, que sujetan el cuerpo que entra o sale de su boca, y éstos son humanos.
A continuación del Can. N. XIV, que de nuevo vuelve a ser liso, sin decoración, el Can. N. XV presenta una iconografía de difícil identificación por encontrarse muy erosionado, aunque creemos que bien pudiera representar a otro monstruo andrófago.





Ya para cerrar esta serie de canecillos, en el Can. N. XVI, vemos a una figura humana de rasgos completamente monstruosos. El mentón lo tiene muy desarrollado, hasta tal punto que parece mostrarnos un gran buche. Está sedente y va desnudo, hecho que aquí no nos cabe ninguna duda, pues sus rasgos itifálicos están muy marcados. Debido al desgaste del canecillo, y sin extrañarnos por el lugar que ocupa en el muro norte, no podemos precisar con exactitud los rasgos del rostro, sólo que tiene una boca muy grande y se lleva las manos a las comisuras de los labios.



La Iglesia de San Cipriano de Bolmir, por lo que respecta a su única nave, presenta en total cuatro ventanas, con capiteles historiados tres de ellas, pues la ventana izquierda del muro sur ha sido destrozada por la escalera hacia el campanario, y el ábside tiene sólo una pequeña tronera. Presentan todos ellos una iconografía muy parecida como pudimos comprobar:




Cap. Izdo. Vent. O. I: Animales afrontados en el esquinal con el rabo que les sube por
los cuartos traseros a través de las piernas.
Cap. Drcho. Vent. O. I: Semejante en todo al anterior.

Cap. Izdo. Vent. S. II: Animales superpuestos.
Cap. Drcho. Vent. S. II: Aguila con las alas explayadas.

Cap. Izdo. Vent. N. I: Aguila con las alas explayadas.
Cap. Drcho. Vent. N. I:Animales afrontados en el esquinal.




Por lo que respecta a los capiteles interiores, la ventana del hastial no presenta capiteles al interior, encontrando éstos solamente en la ventana del muro sur y norte, conservando esta última solamente una columna.

Cap. Izdo. Vent. Int. S. :Aguila con las alas explayadas.
Cap. Drcho. Vent. Int. S. :Animales afrontados en el esquinal.

Cap. Izdo. Vent. Int. N. :Ha desaparecido juntamente con la columna.
Cap. Drcho. Vent. Int. N. :Animales afrontados en el esquinal.