jueves, 18 de febrero de 2010

¡Qué tiempos aquellos!


Tanto es así que cuando no había más que senderos o caminos para ir con los burros y con carros de vacas desde Bolmir hasta Reinosa, tenían que cruzar el río, en el verano que estaba casi seco, ni tan mal, pero cuando la lluvia y la nieve hacían crecer el caudal de agua, la cosa era diferente.
El año que estableció en Reinosa la NAVAL (hoy SIDENOR), hicieron un puente de madera para que pasaran los obreros que iban a trabajar andando, claro, como mucho en bicicleta, si es que había algún privilegiado que disponía de ella. Los carros y los burros tenían que seguir atravesando el río, pero un vecino de éste pueblo que se desplazaba todos los días a Reinosa con la burra, las alforjas y las marmitas a vender la leche por las casas, se negaba a pasar el río habiendo puente, y cuentan que los guardas solían hacer la vista gorda hasta que un día vino uno nuevo y le dijo que el puente no resistia mucho peso, que era sólo para personas. La solución que le dio era que dejara atada la burra al puente y llevara él las marmitas, a la vuelta cogía la burra, le ponía de nuevo las marmitas y para casa, pero claro, el lechero se negaba a tener que cargar con las marmitas llenas teniendo la burra.
Después de mucho tira y afloja y harto ya de tanta discusión le dice al guarda:
Mire usted señor guarda, la burra ha de pasar y pasa, pero no se preocupe que el puente no le pisa. La quita las marmitas y las alforjas, se echa la burra a los hombros y así pasa el puente, vuelve a por las marmitas y las alforjas, se las coloca y se marcha tan feliz a realizar el reparto de la leche.
No sabemos cómo se quedó el guarda, o si después se esto volvió a aparecer por el puente.

miércoles, 17 de febrero de 2010

.... DE CÓMO SE DIVERTÍA LA JUVENTUD DE BOLMIR ALLÁ POR LOS AÑOS 30 DEL SIGLO PASADO Y OTRAS ANÉCDOTAS.

Una de las costumbres de estos pueblos, era que cuando una moza se iba a casar, el novio tenía que pagar "LOS DERECHOS" o "LA CANTARA DE VINO" a los mozos del pueblo de la novia.
El día de la boda, acompañaban a los novios en la ceremonia, y después de la poca comida, había juerga a raudales.
En aquellos años en que el mejor hotel y el único para pasar la noche de bodas era la casa de la novia, las bromas se sucedían porque siempre había alguna amiga que se sabía cual era la habitación que iban a ocupar, y claro, no faltaban los voluntarios para adornar el somier con campanos y otras lindezas semejantes.
En cierta ocasión en que el novio se negó a pagar "LOS DERECHOS", los mozos les dijeron una cencerrada que duró 40 días.
Se juntaron los mozos y las mozas, una pareja se vistió de novios, otra hacía de padrinos y el padrino para diferenciarse del novio, se ató a la bragueta del pantalón un campano, otro de los mozos se metió a la sacristía y le cogió una sotana al cura y en un coche de caballos que habían alquilado a "Pano" el de Reinosa, se presentaron en casa de los recién casados.
Todas las noches lo celebraban, por las mañanas se iban a trabajar, en las tierras con el ganado.... pero en cuanto acababan las tareas del campo, vuelta a la juerga, cada día había mas concurrencia.
A los ocho días se celebró un bautizo, vistieron a un perro con las galas adecuadas para la ocasión, "el cura" volvió a ponerse la sotana y con los padrinos más espléndidos que se conocieron en aquellos tiempos (pues los niños del lugar no recuerdan haber comido en ningún otro bautizo tantos caramelos) se dispusieron a continuar la fiesta.
La familia de la novia se enfadó mucho, tiraba tiros por la chimenea de la casa para asustarles, incluso llamaron a la Guardia Civil, pero ni con eso lograron estropearles la fiesta, al contrario, todabía los mozos eran capaces de encontrar cosas nuevas para divertirse.
Había unas huertas con árboles y no se les ocurrió otra idea que poner un saco lleno de hierva en cada árbol con un campano, cuando venían los guardias, tocaban un campano, los civiles se acercaban al árbol pensando que allí estaban los mozos, pero que va, ya estaban en otro árbol tocando otro campano.
No se sabe si los mozos acabaron la cencerrada por la Guardia Civil o por el cansancio de tanta noche de fiesta.

.... DE CÓMO SE PASABAN LAS LARGAS NOCHES DE INVIERNO AL CALOR DE LA LUMBRE.

... Y a la luz de los candiles de carburo o de aceite, con aquellas mechas de hilo de repasar retorcido.
Se juntaban algunos matrimonios a jugar a la baraja, o simplemente a pasar el rato recordando la juventud pasada, después de venir del trabajo del campo o de haber ordeñado las vacas, algunos incluso tabajaban en la fábrica. Sobre todo cuando caían esas nevadas tan grandes según nos cuentan nuestros mayores.
Una tarde de estas, se juntaron varios matrimonios en casa de uno de ellos y después de echar unas partidas a las cartas hablan de cenar un poco, y los caballeros proponen hacer ellos una tortilla de patatas, más por hacer gracia que por otra cosa. Nunca faltaban huevos y patatas y algo de la matanza aunque no hubiera más.
Los cocineros que no tenían mucha práctica en la cocina, hacen la tortilla sin freír las patatas, así que la tortilla no la comían ni los perros. La dueña de la casa, que no tenía otra cosa que ofrecer, se acordó de la matanza que estaba curando un vecino (que estaba entre los invitados) No se le ocurrió otra cosa que coger una escalera y con una cachaba la metía por le ventanuco, agarró unos cuantos chorizos, unas morzillas y se los puso para cenar.
Cuando estaba comiendo tan suculento manjar le dice uno de los vecinos a su mujer:
  • Ay María, que estamos cenando los chorizos nuestros.
  • Que cosas se te ocurren José, si he cerrado la puerta muy bien cerrada. Y le enseña la llave que tenía atada al delantal, porque era de esas que pesaban medio kilo.

Los chorizos , las sopas de ajo, que ponían las mujeres de la casa en la ventana para que se enfriaran primero o la leche... Algunos se quedaban sin cenar y otros cenaban dos veces, la cena suya y la del vecino.